La primera edición en español de este libro data de 1922; la segunda, que es la presente, de 1944. Hay que decir, aunque sea una obviedad, que la investigación sobre la protohistoria ha avanzado mucho desde entonces, y eso se nota en este libro. Destaca, sobre todo, la casi ausencia de arqueología salvo la más primaria, de modo que Schulten se basa casi en exclusiva en las fuentes literarias y en la etimología comparada, además de recursos más propios de la época, como la comparación morfológica de los habitantes actuales e incluso algunos anacronismos culturales. Todo esto es disculpable.

Lo más curioso es que, huroneando por ahí, uno se encuentra que casi todos los investigadores modernos desdeñan al autor alemán, pero a la vez se repiten sus ideas principales. La existencia de la civilización tartésica hoy nadie la pone en duda, aunque es verdad que más reducida en sus límites que los que le pone Schulten, quizás excesivamente entusiasmado. Su localización, a grandes rasgos, tampoco, ni su cronología. También parece haber acuerdo sobre que se trataba de una civilización relativamente avanzada con una economía básicamente comercial y minera. Todo esto lo dijo Schulten el primero.

Hoy se ponen en duda algunas cuestiones, como su presunto origen oriental y, sobre todo, la existencia de una capital, mucho menos su localización exacta, que el autor sitúa en medio del Coto de Doñana. Lo del origen parece relativamente claro, pero la localización o existencia de la ciudad capital sencillamente está pendiente de que, en algún momento, la arqueología la descubra... o no. No se ha podido corroborar la teoría de Schulten, pero tampoco se ha propuesto nada mejor.

Con todo, lo que más me ha gustado de este libro es el entusiasmo. Por debajo de la erudición todavía decimonónica está la profunda convicción del autor, que le lleva a algunas exageraciones como las que he señalado y alguna más, pero que a cambio consigue traspasar la capa académica y atraparme. Desde luego, hay motivos personales en mi preferencia de este tema sobre, por ejemplo, el origen de los burgundios, pero Tartesos necesitaba un investigador que la pusiera sobre el mapa, como en su momento otras civilizaciones protohistóricas. Schulten es este hombre. ¿Que se ha equivocado? Claro, como todo el mundo. Pero mola, y eso no se puede decir de todo el mundo. ( )