Se supone que es una novela "taurina" pero, en realidad, De Lera utiliza la excusa de una corrida en las fiestas de un poblachón manchego para hacer una novela de eso que se llamaba "realismo social". Son dos toreros, uno ya de vuelta de casi todo y el otro empezando, pero ambos pobres como ratas. Y es el pueblo, con sus personajes: el líder de los mozos, bruto como él solo; el alcalde, solo superficialmente civilizado; el tabernero; la "perdida"; la hija del alcalde; el médico... Y así. Todo transcurre en el día de la corrida, cuando los toreros despiertan en una habitación llena de chinches y no cuento cómo acabarán. El texto es efectivo y escrito con solvencia, siempre que uno sepa sobreponerse a los prejuicios que hoy en día rodean todo lo que tenga que ver con los toros. Cuando se escribió la novela, el espectáculo simplemente estaba ahí, sin más, y no hay que darle más vueltas. ( )