Es obvio que el libro está publicado por ser quien es el autor, aunque también es obvio que al menos ha tenido la honradez de escribirlo él mismo. Se empeña el exministro, y lo declara paladinamente en el prólogo, en darnos una lección de divulgación científica sobre dos temas que le gustan, a saber, la biogenética, en especial las clonaciones, y los orígenes del ser humano, con Atapuerca como banderín de enganche. Para hacer más digeribles los parlamentos cientifistas, los enlaza con una trama bien ideada, aunque mal concretada. Pero uno no se hace novelista porque quiera, de la noche a la mañana. Las partes de divulgación apestan a reportaje de suplemento dominical, y el estilo de las partes novelísticas es propio de un adolescente, incluso descuidado. Para colmo, el afán por la corrección política hace que sus personajes tomen posturas forzadas respecto a los problemas morales, que plantea continuamente pero ante los que hace esfuerzos por no desagradar a nadie. Y eso que el hombre me cae bien. Como punto positivo, que al final ganan los malos, como la vida misma. Pero es triste que haya montones de estupendos escritores dando barrigazos por ahí y éste, por sus contactos y demás, se pueda permitir publicar a todo tren un texto tan mal escrito como bien intencionado. Creo que mis padres lo compraron porque también les cae bien el autor, o por curiosidad. Lo mismo que yo. ( )

Toda la prensa habla del descubrimiento de restos de homínidos en una cueva de Peña Laja. Mientras, los dos que los hallaron se encuentran con que el santuario ha sido profanado. Y lejos de allí, la madre de una niña a la que han diagnosticado leucemia contacta con un equipo científico que le ofrece una esperanza de vida gracias a la ingeniería genética. ( )