Thomas Aisenman, reputado especialista en los manuscritos del Mar Muerto, es contratado por el barón Adolf Stein para traducir un preciado rollo de cobre procedente de Qumrán (Israel) en el que, supuestamente, se detallan los lugares donde fueron escondidos los tesoros del mítico Templo de Jerusalén antes de su destrucción en el año 70 d. C. Tras el asesinato del doctor Aisenman, Lancaster Meana, propietario de una importante tienda de antigüedades especializada en incunables y códices de gran valor, recibe un enigmático sobre en cuyo remite aparece el nombre de Thomas Aisenman. A partir de ese momento el anticuario y su secretaria se verán envueltos en una peligrosa trama en la que, además del barón Stein, participan el cardenal Joseph Pacelli, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (conocida a partir de 1542 como Santo Oficio y en los siglos anteriores como Santa Inquisición) y grupos masónicos vinculados al Vaticano.
Al tiempo que el inspector Rivera investiga la trama, el anticuario irá desvelando las ocultas relaciones de su padre (muerto en extrañas circunstancias) con los miembros de un enigmático círculo hermético.
El desenlace, trepidante y con un claro contenido esotérico, desvela los entresijos e intereses de cada uno de los grupos que participan en la trama y aporta un final inesperado que no puede ser desvelado sin leer la novela.

¿A quienes va dirigida CÍRCULO HERMETICUM?

La novela, escrita con una técnica muy cinematográfica que engancha al lector desde las primeras líneas, presenta, como mínimo, dos niveles de lectura. El más evidente se desenvuelve bajo el manto de una trama de intriga, el segundo, más profundo, toca aspectos esenciales del ser humano, como el sentido de la vida, la reencarnación o el amor, al tiempo que pone de relieve los entresijos y recovecos en los que se mueven y actúan diferentes grupos religiosos y de poder. Desde tales perspectivas, CÍRCULO HERMETICUM va dirigida a un registro muy amplio de adultos: aquellos que sólo buscan diversión, pasar un buen rato, y aquellos lectores, más exigentes, que buscando divertirse exigen una lectura con “contenido”.